miércoles, 6 de junio de 2007

El elefante encadenado

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales.
También a mí como a otros me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme criatura hacia despliegue de un tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de entrar al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca fijada en el suelo...

Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces unido a la estaca? ¿Por qué no huye?
Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía creía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicaron que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño.

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía...

Hasta que un día en que -un terrible día para su historia- el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree que No Puede.
Él tiene grabado el recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza ...
JORGE BUCAY

2 comentarios:

Soros dijo...

Del mismo modo que el elefante llegó a la falsa conclusión de que jamás podría escapar, el dueño del elefante llegó también a la misma conclusión. Ambas falsas.
Si el elefante se hubiera escapado, ¿cuál de los dos habría sido el más sorprendido, el elefante o el dueño?.
Saludos, como siempre.

Soros dijo...

Hay muchas mujeres que creen que no se pueden desvincular de un hombre y muchos hombres que piensan que una mujer no puede desvincularse de ellos. Es evidente que ambos están equivocados. Sin embargo,
¿qué ocurre cuando ellas se hacen conscientes de que pueden? ¿Cómo lo aceptan ellos? ¿Quién se sorprende más?
¿Quién tiende a reaccionar peor, quien se cree poseedor o quien se cree poseido?
También esas cosas de los elefantes nos pasan a los humanos.
Qué tengas un buen día.